lunes, 8 de febrero de 2016

ASFALTO


5 de febrero 2016. Sala Penélope
Cuando hace casi un par de meses asistíamos a la presentación de su “Antología Casual”, el Mariskal Romero lanzaba el guante al alma mater de ASFALTO, Julio Castejón, de llenar el Palacio de los Deportes antes de terminar el presente año 2016 diciendo que si se conseguía nos invitaba a cenar a los presentes. Lo que en su momento me pareció una pequeña boutade por parte del veterano productor y periodista, puede que no sea tan descabellado a la vista de la impresionante respuesta que han recibido por parte del público madrileño las dos convocatorias en directo de la banda madrileña, no como para llenar el recinto de la Plaza de Felipe II, pero una Riviera seguro que hubiera lucido más que el antiguo garaje de Moncloa donde agotaron las entradas en dos fechas separadas por apenas dos semanas.

Y no es que la sala Penélope sea de las peores de la capital, ni mucho menos, sobre todo en lo que a sonido se refiere, pero cuando se abarrota resulta bastante incómoda, algo que en cualquier caso pasó un plano secundario cuando con una exquisita puntualidad aparecieron saludando al respetable los cinco músicos que en la actualidad forman Asfalto.
Siempre con el citado Julio Castejón a la cabeza encargándose de la guitarra y voz principal, acompañado por su hijo Paul en la otra guitarra, flauta y voces, además de por el batería Arturo García, el bajista Pablo Ruíz y el teclista Nacho de Lucas. Todos ellos excelentes músicos como pudimos comprobar durante dos horas en las que emotividad y calidad se unieron para recorrer cuatro décadas de historia de nuestra música. Además contando con el aliciente de volver a juntar después de un montón de años sobre un escenario a Miguel Oñate con Julio Castejón, pero eso vendría más adelante.
Comenzó la sesión con una virtuosa interpretación llena de sinfonismo de la clásica “Al Otro Lado”, explayándose todos y cada uno de los componentes de la banda, con especial mención para Nacho que con sus teclados brilló con luz propia. Tras dejarnos con la boca abierta con esta magnífica exhibición pasaron sin descanso a la igualmente añeja “Ya Está Bien”, ejecutada con gran fuerza e intensidad arrancando los primeros palmeos del público con Paul metiendo acertadamente su voz junto a la de su padre, relajándose después con la entrañable “La Otra María” con Julio tirando de acústica de doce cuerdas haciendo que la nostalgia inundara la sala.
Tras esta primera mirada al pasado se arrancaron con “Secuencia Para un Gran Momento”, tema de choque de su última entrega en estudio “El Color de lo Invisible” que sonó realmente bien con su delicada melodía central pero en absoluto exenta de poderío instrumental alargándola un poco, bajando el pistón luego con la evocadora “El Pescador de Sueños” del álbum “Utopía” (2008), volviendo al recuerdo setentero con “No Estás Solo”, tema no demasiado conocido de los inicios del grupo que sonó también muy bien en clave sinfónica a lo Marillion en su inicio de teclados.
Densificaron un poco el sonido con la más oscura “Lleno de Rabia”, composición de Arturo García que el mismo se encargó de cantar desde su batería que, por cierto, tocó con una sobriedad y precisión enormes. Recuperó el protagonismo vocal Julio con la preciosa “Molinos de Viento” rescatada del LP“El Planeta de los Locos” (1994), para cedérselo luego a Miguel Oñate, para más de uno razón principal de su asistencia al evento.
Salió Oñate a escena con chaqueta y corbata sobre las inconfundibles notas de teclado de “Más Que Una Intención”, sin duda uno de los momentos cumbres del show con el vocalista que grabó el disco homónimo y “Cronophobia” mostrando su fuerza y elegancia haciendo que nos emocionáramos con su brillante interpretación, prolongándola en una enérgica “La Batalla” que sonó tremenda con unos muy buenos coros y una gran pegada en su base rítmica.
A todo esto, sin apenas complicidad entre Miguel y Julio, algo que en cierto modo me sorprendió, pero bueno, no es cuestión de elucubrar sobre la relación de ambos ni sobre las motivaciones que tuvieron para volver a unirse, era el momento de seguir disfrutando de un enorme concierto.
Y eso es lo que seguimos haciendo con otro temazo como “Desaparecido”, de nuevo con los vibrantes teclados de Nacho marcando el paso, dejando una parte central más lenta con Oñate ya sin chaqueta ni corbata enarbolando una bandera con el símbolo de la paz en escena y alargando su final, antes de enlazar con otro clasicazo como “Es Nuestro Momento”, sencillamente mágico coreado a pleno pulmón por todos los presentes.
Miguel abandonó el escenario sin acabar de despedirse para dejarnos al resto de la banda con otro trío de clásicos antes de los bises, comenzando por el himno “Días de Escuela” que adornaron con algún toque de flauta por parte de Paul y que obviamente también fue cantado con fuerza y emoción por una veterana audiencia que sin duda la ha tenido como parte de la banda sonora de su vida, retumbando a coro con la estrofa final “Enseña a tu hijo a amar la libertad”.
Con un listón tan alto la posterior “Mujer de Plástico” supuso un pequeño relajo en clave progresiva setentera, volviendo a subir la temperatura con la festiva “Capitán Trueno” donde Paul tomó mayor protagonismo vocal alternando con Julio y dejando sus inconfundibles toques de flauta.

Despedida antes de volver tras un mínimo descanso con la no menos entrañable “Rocinante” después de que apareciera para saludar uno de los fundadores del grupo, el batería Enrique Cajide que asistió desde detrás del escenario a otro precioso momento de comunión entre grupo y público cantando todos juntos.
En el último tramo volvió Oñate para dejarnos una excelente interpretación de “La Paz Es Verde” llena de poderío y cierta teatralidad interactuando con Paul, al igual que en la primigenia “Ser Urbano” haciendo el papel de José Luis Jiménez, al que en algunos momentos eché en falta al igual que a Lele Laina.
Gran final para un fantástico concierto que fue enganchándonos desde un inicio más sinfónico y virtuoso hasta un cierre entrañable y más rockero completando un apasionante recorrido por la brillante trayectoria de una de las bandas más grandes e infravaloradas de España.
Esperemos que como dijo Julio Castejón esto sea un capítulo más dentro de una historia que todavía sigue escribiéndose y a ver si con un poco de suerte el Mariskal nos tiene que pagar esa cena. Grandes Asfalto.
Texto: Mariano Palomo
Fotos: Diego L. Pérez